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Más sobre Días de campo

Algo que llamó especialmente la atención de Iñaki Bonillas fue la notable recurrencia en los álbumes fotográficos del Archivo J.R. Plaza de imágenes de la familia, en distintos momentos de su historia, comiendo sobre el césped o simplemente reunida al aire libre. Conforme el tiempo avanza, no obstante, estos días de campo se hacen cada vez menos frecuentes en la colección hasta que, entrados la década de 1990, desaparecen.

Con Días de campo, Bonillas se propuso hablar de cómo resulta cada vez más difícil llegar al campo en la actualidad; cada vez la mancha urbana lo hace parecer más un espejismo, una suerte de dimensión aparte, a la que no conduce ninguna carretera; cada vez más el campo se antoja un paraíso artificial.

Qué frágil se antoja la burbuja con la que nos internamos en la naturaleza, y qué difícil es en realidad desembarazarse de ella, romperla o dejarla atrás. Todas esas telas y manteles sobre el terreno, ¿no hacen las veces de membrana? Necesitamos algo que regule la invasión del entorno; no únicamente de las hormigas y la tierra, sino del exterior en sí, de su presencia avasallante. La naturaleza nos parece siempre dispuesta a engullirnos, a colonizarnos. El campo es ahora visto más como una región de la nostalgia que una posibilidad al alcance. Esos parajes soleados entre los árboles, esos arroyos todavía cristalinos en los que se paseaban los abuelos, ¿existen aún?

Para ilustrar estas reflexiones, el artista retoma algunas imágenes del archivo que retratan esta práctica casi obsoleta de reunirse con la familia a las afueras de la ciudad, y nos las presenta a manera de dípticos en los que se manifiesta la ruptura, no solo con una vieja tradición, sino con una manera de relacionarse con la naturaleza, hoy prácticamente extinta.