Más sobre Pequeña historia de la fotografía II
Después de haber heredado, en el año 2000, el archivo fotográfico de su abuelo materno, J.R. Plaza, Iñaki Bonillas decidió emplear parte de este material (específicamente las 30 carpetas negras en las que Plaza organizó, en minucioso orden cronológico, la colección de impresiones fotográficas de la familia) en una intervención de sitio específico, Pequeña historia de la fotografía I, que consistió en intercalar subrepticiamente los álbumes entre los tomos de la biblioteca de la Galería Greta Meert. Una primera manera de hacer del dominio público lo que estuvo destinado por más de un siglo al estricto consumo interno.
No sería, sin embargo, hasta este segundo intento cuando el artista entraría (literalmente) en materia. Pequeña historia de la fotografía II puede considerarse, por tanto, como el primero de los varios pasadizos y miradores que Iñaki Bonillas terminaría por construir en su relación con este legado familiar, reunido por su abuelo, un fotógrafo autodidacta, nacido en España y trasterrado a México, para quien la imagen fue algo más que el inocente registro de las minucias de la vida diaria. Editor obsesivo de su memoria fotográfica, Plaza parece haber hecho todo lo posible para que su archivo iconográfico y documental se convirtiese en la materia prima de una revisión posterior. Y es así que Bonillas se hace cargo de esa autobiografía ilustrada y obtiene de ella, en la medida en que va entendiendo los distintos órdenes y capas que la conforman, una conciencia mayor de las múltiples valencias de la imagen fotográfica.
A partir de las imágenes realizadas, compiladas e intervenidas por su ancestro —así como de sus soportes, reversos y escrituras asociadas—, este artista que no reclama las credenciales de fotógrafo, riguroso en el uso de sus recursos multidisciplinarios, se dio a la tarea de encadenar una serie de propuestas en que la fotografía deja de ser la memoria de un hecho consumado para abrirse a la vitalidad de las dudas fenomenológicas.
En los álbumes de J.R. Plaza, Bonillas ha encontrado, entre otros relatos, la breve historia de la fotografía que aquí nos presenta. Un gran baúl abierto donde cada instante registrado por la cámara familiar es iluminado por el artista que consigue, al agruparlos en un todo indistinto, dar la sensación inequívoca de tiempo meticulosamente acumulado. Más que un refugio donde ciertas imágenes pueden hibernar o mantenerse al margen, el archivo se vuelve aquí una promesa y “una responsabilidad para mañana”, como diría Jacques Derrida. Para saber lo que un archivo realmente esconde, hay que excavar, abrirse paso. Y eso es exactamente lo que Iñaki Bonillas comienza a hacer aquí.