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Como parte de sus múltiples intentos por poner el mundo —y las cosas en él— en orden —llevando todo tipo de listas e inventarios—, J.R. Plaza se dio a la curiosa tarea de rectificar los dos tomos de The Film Encyclopedia, de Ephraim Katz (el primero publicado en 1979 y el segundo 1994), que tenía en su poder.

Cada noche, después de ver la película de la programación vespertina de un canal local de televisión, procedía sistemáticamente a verificar que bajo los apartados de “director” y “actor” apareciera el nombre de la cinta recién vista. Si en la enciclopedia había alguna omisión, Plaza la señalaba a lápiz. A la larga, encontró más de cien, de los cuales Bonillas eligió doce (aquí solo se muestran siete) para realizar esta serie, en la cual son las propias películas meticulosamente anotadas por Plaza, las que iluminan las páginas donde aparecen los errores. El cine es reducido de ese modo a su esencia: la luz. Además, como no se alcanzan a distinguir las figuras y mucho menos las tramas de las películas proyectadas en el fondo de las cajas, la experiencia es más bien atmosférica: un baño de diversas tonalidades cromáticas ilumina el rostro del espectador. Porque, en efecto, tomar conciencia de lo falibles que somos puede ser una revelación luminosa.

Plaza intervino los dos tomos de la enciclopedia no sólo para completarlos o actualizarlos sino para corregirlos, desafiando así la autoridad, en teoría indisputable, de una enciclopedia. En manos de Bonillas adquieren, no obstante, nuevos e inesperados valores. Ahora no son ya meras enciclopedias, inexactas como todas, sino libros que ocultan, casi como un acertijo, la demostración de la imposibilidad de la perfección, de la inevitable presencia del error.