Más sobre A sombra e o brilho
En 1945 J.R. Plaza decidió viajar desde la ciudad de México a Rock Springs, en el suroeste de Wyoming, para desempeñarse como borreguero. Su estancia fue breve, pues descubrió que la realidad de la ganadería en las altiplanicies era bastante menos atractiva de lo que mostraban los westerns que tanto le gustaban. En esos cuatro meses llevó un diario en el que vertió su cada vez más creciente frustración. Curiosamente, de vuelta a México se fotografió, en más de una ocasión, simulando la vida del vaquero de sus sueños: John Wayne.
Para A sombra e o brilho —cuyo título retoma el del relato fantástico de Jack London “La sombra y el destello” sobre dos rivales de infancia que compiten por descubrir el secreto de la invisibilidad—, Bonillas imprimió estas fotografías en negativo como Kodaliths (una película ya descontinuada), para mostrarlas sobre pequeñas cajas de luz y exhibirlas junto a extractos del diario atormentado de Plaza, aquí transcrito como texto mecanografiado.
El empalme de estos dos elementos —diario y fotos— del archivo J.R. Plaza, le sirve al artista para hablar del contraste entre fantasía y realidad. Y aquí el orden sí importa: no es que Plaza se hubiera retratado llevando una existencia idealizada sólo para después comprobar que la realidad de ese sueño es todo menos idílica. Al revés: Plaza descubrió primero que la vida del vaquero real era terrible y después intentó ocultar ese conocimiento detrás de su fantasía. Tal y como escribió Henri Bosco: “Junto al pasado pesante de mi existencia verdadera, sometido a las fatalidades de la materia, hice florecer de un soplo un pasado de acuerdo con mis destinos interiores”.
Lo que vemos no es una simple puesta en escena, una parodia de la vida cotidiana de un vaquero. Más bien estamos ante un fino ejercicio de reconstrucción del pasado, o así nos lo presenta el artista: un hombre se retrata obsesivamente a sí mismo, viviendo la vida que le habría gustado vivir. Una abierta defensa de nuestra condición imaginativa representada, como en la obra de London, por dos diferentes acercamientos a la invisibilidad: un escape literal a través del espacio a una vida en el Oeste norteamericano, y un escape hacia la imagen, una desaparición dentro del arquetipo del vaquero.