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Más sobre Doble claroscuro I, V, VI, VII

A partir de un retrato de su bisabuelo encontrado en el Archivo J.R. Plaza, Bonillas emprende una investigación sobre la plasticidad de la imagen: su capacidad para desdoblarse y producir otras imágenes plenamente diferenciadas (casi como sucede en los procesos biológicos de reactivación del desarrollo). Al presentar una reproducción exacta de la fotografía original, el artista deja en claro que en realidad nos encontramos siempre frente a duplicados. Aquí, la creación supone la reproducción desde el primer momento.

El retrato presentaba de origen los trazos de una cuadrícula realizada a lápiz (con la idea, seguramente, de permitir una copia por zonas: A1, A2, A3, etc.), que es la que inspiró a Bonillas a trabajar no con la imagen entera, sino con los 104 fragmentos que de la cuadrícula “recortada”. Al renunciar, así, a la cualidad figurativa de la fotografía original (a la posibilidad de reconocimiento, pues), el artista puede comenzar una búsqueda de diferentes maneras de ordenar el conjunto de pequeñas imágenes abstractas. En realidad, en este punto las imágenes tampoco son ya estrictamente fotográficas, sino de naturaleza suficientemente indiscernible como para trabajar a partir de la neutralidad y poder ensayar métodos y técnicas distintas.

Cabe llamar la atención sobre un detalle de la fotografía original, que fue tomada en tan peculiares condiciones de luz que dos claroscuros acabaron por formarse accidentalmente: uno sobre el rostro del retratado y el otro, que corre en sentido opuesto, en segundo plano. Este curioso fenómeno lumínico suscitó que la gama de grises se ampliara notablemente, lo cual sirvió al artista para reproducir el doble claroscuro de la fotografía una y otra vez, a partir de la organización, por tonos, de los 104 fragmentos.