Percherones, huesos y otras cosas que se apoyan contra la noche
Texto
La pintura de Elvira Poxon parte de fuentes aparentemente cotidianas; lugares, animales y personas que emiten una cierta familiaridad, un ambiente que gravita latente en la periferia de los sentidos. La artista trabaja dentro de un límite temporal. Empieza y acaba cada obra en un día, mientras los colores no se vean afectados por su oxidación. Al igual que la piel de los seres vivos o la pátina de los objetos, la superficie de su pintura nos da pistas de las historias que oculta. Esta factura testifica la frágil y cruda construcción de una imagen, como la de una huella en un terreno seco y quieto, a la espera de interpretaciones múltiples.
Lejos de brillos cegadores, la trama de la tela y de la historia se detiene justo antes de que se acabe la luz, habita dentro una sombra calida, profunda y firme en donde la visión se adapta a una realidad que no puede ser sobreexpuesta. Elvira Poxon rebusca en la base de la condición humana: esa extraña capacidad de aguantarlo casi todo; a veces como caballos percherones dispuestos al sacrificio solo por subsistir y otras veces como los santos por merecer la gloria eterna.